lunes, 5 de mayo de 2008

Amor de oruga

Mientras devoraba una hoja con sus pequeños dientes, la oruga, como cada día, vio pasar a la hermosa mariposa. Sabía que no era adecuado y que su amor por ella era imposible, sin embargo, el corazón de la oruguita latía con toda fuerza cada vez que la sublime mariposa volaba por sus alrededores. Ambos insectos eran buenísimos amigos. -Yo soy una mariposa y tú una joven oruga -recordaba constantemente la mariposa- si soñáramos con estar juntos, jamás podríamos. ¡Qué bueno que somos solo amigos! La oruga sentía que su corazón se partía cada vez que el insecto decía esas palabras. ¡Cómo deseaba ser una mariposa para estar a su altura! Para poder estar a su lado y así iniciar una relación. Un día, la oruga no pudo más y le dijo a la mariposa lo que sentía. Ésta la miró con pena, cómo sabiendo que había perdido una amistad. -Lo siento -le dijo- pero es mucha la diferencia. Dicho esto, salió volando rápidamente. La oruga no podía parar de llorar, tanta era la pena, que se envolvió entre sus lágrimas y se encerró en un manto por ella misma tejido. Pasaron los días y la oruga no despertaba. Una mañana soleada, la oruga abrió los ojos, pero ya no era una oruga, sino una sublime mariposa. Cuando su amiga la divisó, cambió su mirada hacia ella, como diciendo que esta vez le daría una oportunidad. -Creo que ahora podemos estar juntos... -No -interrumpió la ex-oruga- Te amo, pero desaprovechaste la oportunidad que te dí. Me hiciste sufrir, solo porque no querías arriesgarte. La nueva mariposa salió volando hacia el horizonte, dejando sola a la otra ingrata.

Anhelo

Anhelo