He comenzado a ser realista: me he dado cuenta que mi visión de doble vida no era más que una patraña ineficazmente configurada por mi propio ser.
No puedo ser escritora y pianista, no puedo ser Neruda y Arrau a la vez, tengo que elegir.
Mi decisión no se basa en lo que el resto dice, sino en mi propia pasión que desborda mi alma, esa pasión que ha hecho a mi corazón elegir el piano.
La música me da más sangre que las letras, el sonido me hace sentir viva, la literatura provoca mi pensar y sentir pero ni pizca de lo que es el canto de El Gran Pentagrama.
Soy música, soy pianista…
No soy poeta, ni tampoco actriz, ni periodista ni política, ¡soy pianista!