domingo, 18 de mayo de 2008
Insaciable
A las tres de la tarde en punto, un hambre salvaje se divulgó por cada sector de mi estómago; con ademán exigente, el órgano me gritó agitando el jugo gástrico:
-¡Aliméntame!
Sabía que si hacía caso omiso habrían fuertes consecuencias, por lo que abrí inmediatamente mi refrigerador y me preparé un gran emparedado con mucha salsa de autoayuda, luego, una porción de llaves de sol y de fa y finalmente un jugo de salsas escénicas para calmar mi sed.
Zampé la comida lo más rápido que pude, pues los gritos de mi estómago me estaban dejando sorda. Terminé los comestibles y miré mi cuerpo: seguía estando horriblemente raquítica y hambrienta de saber.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)