Mi patroncito era él mejor de la zona, él me daba qué comer, qué tomar y qué cultivar.
Yo no puedo vivir sin mi patroncito. Desde chiquitito mi taita me dijo que le tenía que obedecer en toito lo que dijera; me educaron en el campo, enseñándome todas las formas para que el patroncito estuviera contento.
Cuando joven, me trataba re mal, bueno, es que me estaba educando, pero después fuimos uña y mugre, aunque claro, siempre respetando nuestras posiciones o como él decía “la alcurnia”
Era todo tan bonito, hasta que un día, al patrón le vino algo re fuerte, no sabíamos que cosa era, la bruja del campo dijo que jue un mal de ojo de las viejas de por aquí, son peligrosas esas viejas…
Noches después, mi patroncito amaneció tieso, muertito el pobre.
Cuando lo vi, me saqué el sombrero y también el alma, ya no tenía por qué vivir.
Dedicado a la sociedad