martes, 13 de mayo de 2008

Cuando el movimiento mental no es suficiente...

¿Se han dado cuenta que todas las féminas, o la gran mayoría, tienen unas habilidades extravagantes para mover su cuerpo, sobre todo sus caderas? Bueno, "para variar", yo tenía que ser diferente y mis habilidades en la danza -y en el movimiento básico- son penosas... Hoy, en el taller de teatro, pasó lo que temía, aquello que me provoca una duda vocacional gigantesca, eso que me hace tiritar, y que cuando me obligan a hacerlo, mis ojos se ponen vidriosos y las ganas de llorar son despanpanantes: bailar. -Kiki, adelante -ordenó amistosamente la profe. -No... ¡por favor! Noo... -supliqué. De nada sirvieron mis ruegos, la orden la tuve que cumplir, aunque de la manera más triste existente. Mientras, los hombres se movían con energía y las mujeres se lucían entre la música, yo estaba ahí, en blanco, sin la más mínima pizca de ocurrencia y con una tensión corporal que hacía frágiles mis músculos, paralizándome el corazón hasta hacerlo sufrir y elevándome los grados de vergüenza hasta puntos inimaginables. No recuerdo que fue lo que dijo la profe, pero fue una palabra de aliento, la cual -entre mi tensión- me llegó como una puñalada al estómago, la fulminé con la mirada, al igual como lo hacía con todo aquél que intentaba ayudarme. Cuando uno se siente débil y vulnerable -como yo en ese momento- no acepta el consejo ni los ánimos del otro, te envuelves en una coraza que no deja ver las buenas intenciones de la gente. Me pregunto qué habrá pensado mi ser primitivo en ese momento, y es que el complejo de egocentrismo, solo me dejaba pensar en que yo era el centro de la negativa atención y que mi lugar en la sala era el de un payaso triste, que haría reír a todos los demás. Nadie se mofó de mí, por lo menos no en mi cara, pero si la pena con la que me observaban los ojos de las féminas y la mirada pícara de los hombres que me invitaban a seguir su baile, me hizo sentir como el niño con síndrome de down en la clase de superdotados, como el sordo en la clase de música, como el ciego en la clase de arte visual y finalmente -la peor- como el asalariado en Las Condes. Maldito baile, es un catastrófico obstáculo en mis sueños, espero poder superarlo, ya que si no lo hago, me ahogaré en mis propias lágrimas.

Anhelo

Anhelo